ENTRE LA RISA Y EL LLANTO (Por Lauro Samaniego)

Las luces de colores se encienden en balcones y ventanas, los árboles navideños fueron desempolvados por acuciosas madres para ser instalados con ayuda de niños que sueñan con el viejo Noel que no llega para todos; las vitrinas se saturan de juguetes, por doquier pululan dulces y adornos; los villancicos expanden sus cautivadoras notas en un ambiente ennegrecido por las nostalgias de tantos; las tarjetas con los mensajes de siempre viajan por el mundo en busca de su destino para transmitir un saludo, para matar una pena, para lucir, para fingir también; los abrazos, llantos y “buenos deseos” se multiplican mecánicamente, muchas veces sin alma; carros, balones y muñecos de avanzada tecnología invaden los cuartos de los infantes que convierten en su casa una suerte de feliz y temporal manicomio, al tanto que tortas y pavos se transforman en personajes importantes, diríase que insustituibles.
Pero…pero no para todos…lastimosamente.

Este es el mundo consumista, es la navidad torcida, una ligera chispa de espiritualidad amenazada con sucumbir en el bravo océano del mercantilismo; frágil espacio de dicha creado por empresarios que aumentan sus fortunas a costa de un Cristo burlado, pobre, nacido lejos y en medio de paja y miserias y que, al parecer, aún no termina de sacudir la conciencia de los explotadores.  Ni de los explotados.
Diciembre, mes diferente, mágico que encierra de cruel manera la gigante contradicción de dibujar sonrisas y matar ilusiones: mientras cientos de infantes danzan de alegría alrededor de juguetes y caramelos, millones ven disolverse tras una vitrina lejanos e irreales sueños de felicidad, al tiempo que su alma se encoje, sin saberlo, de rabia e impotencia.  Nada más triste que ver a un niño con su lúgubre mirada perdida en soledades, con los ojos dirigidos a un horizonte vacío, con su carita sucia anhelando una caricia que no llega, con sus manos sin nada en la espera de una migaja esquiva, con su nariz pegada a un ventanal contemplando lo que no es suyo…y que jamás lo será; nada más pesaroso que ver morir niños con su tersa piel pegada a los espinazos por el hambre de siempre y que vidas recién estrenadas terminen en medio de la explosión de bombas en estúpidas guerras cuando los irracionales jerarcas aplastan botones y lanzan groseras risotadas.
Navidad, así no te quiero!  ¡No anhelo la crueldad que encierras en el apacible rostro de un Noel  injusto!  ¡Navidad, te quiero transparente, con música alegre en cada hogar, con niños sonrientes en cada lugar, con un pan para el hambriento, con ropa para el desnudo, con agua para el sediento…..con más espíritu y menos materia!  ¡Navidad, así te quiere el Cristo pobre colgado en el madero! 
Duele la injusticia…ojalá de ella y sobre su tumba nazca el amor, la solidaridad, la paz, el ansia de prosperidad colectiva, la sonrisa infinita.

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